Porque los lugares tenebrosos de
la tierra están llenos de habitaciones de violencia.
La argumentación es
lucha: los argumentos son los apretones, los amagos, las agonías y los
forcejeos con los que retenemos y vencemos al ángel de pacto. El humilde
enunciado de nuestras necesidades no es algo sin valor, pero ser capaz de dar
razones y argumentos del por qué Dios debe oírnos, es ofrecer una oración
potente y prevaleciente
Entre todos los argumentos que pueden ser usados en la
argumentación con Dios, tal vez no haya otro más fuerte que este: "Mira al
pacto". Si contamos con la palabra de Dios para una cosa, podemos muy bien
orar: "Haz como has dicho, pues así como un hombre bueno sólo necesita que
se le recuerde su propia palabra para que sea inducido a guardarla, lo mismo
sucede con nuestro Dios fiel; Él únicamente necesita que le hagamos recordar
estas cosas, para que las haga para nosotros." Si Él nos ha dado algo más
que Su palabra, es decir, si nos ha dado Su pacto, Su solemne convenio,
entonces podemos clamar a Él con la mayor presencia de espíritu: "Mira al
pacto", y, luego, podemos esperar y aguardar con tranquilidad Su
Salvación.
No necesito decirles, -pues confío que estén bien cimentados en
esta materia- que el pacto del que se habla aquí, es el pacto de gracia.
Hablaremos del texto de
esta manera: ¿Qué significa el
argumento que tenemos ante nosotros: "Mira
al pacto"? Luego reflexionaremos un poco acerca de dónde proviene su fuerza; en
tercer lugar, consideraremos cómo
y cuándo podemos argumentarlo; y concluiremos notando cuáles son las inferencias
prácticas de ello.
Quiere decir, además, "Cumple todas las promesas de Tu
pacto", pues, en verdad, todas las promesas están ahora en el pacto.
Todas ellas son Sí y Amén en Cristo Jesús, para la gloria de Dios, por medio de
nosotros; y puedo decir sin apartarme de las Escrituras, que el pacto contiene
en su sagrada carta constitucional, cada palabra de gracia que ha venido del
Altísimo, ya sea por la boca de profetas o de apóstoles, o por los labios del
propio Jesucristo. El significado en este caso sería: "Señor, guarda
Tus promesas relativas a Tu pueblo. Estamos necesitados: cumple ahora, oh
Señor, Tu promesa para que no nos falte ninguna cosa buena. Aquí está otra de
Tus promesas: 'Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo'. Estamos en medio
de ríos de problemas. Te pedimos que estés con nosotros ahora. Redime Tus
promesas hechas a Tus siervos. No permitas que se queden en los libros como
letras que se burlan de nosotros, sino demuestra que querías decir lo que en
efecto escribiste y dijiste, y permítenos ver que Tú tienes el poder y la
voluntad para hacer que cada jota y cada tilde de todo lo que has hablado, sean
cumplidas. Pues ¿no has dicho: 'El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán'? Oh, entonces te rogamos que mires a las promesas de Tu
pacto."
En el contexto de nuestro texto, no hay duda de que el suplicante
quería decir: "Oh Señor, no permitas que nada desvíe Tus
promesas." La iglesia se encontraba entonces en un estado muy
terrible. El templo había sido incendiado, y la asamblea fue quebrantada, la
adoración a Dios había cesado, y los emblemas idólatras estaban incluso en el
lugar santo, donde una vez brilló la gloria de Dios. El argumento es: "Oh
Señor, no permitas que yo soporte tal tentación que caiga. No permitas que me
sobrevenga tal aflicción que sea destruido; pues, ¿no has prometido que no nos
asediará ninguna tentación sino aquella que podamos soportar, y que con la
tentación habrá juntamente una salida? Mira ahora a Tu pacto, y ordena a Tu
providencia de tal manera que no nos suceda nada contrario a ese acuerdo
divino."
Y quiere decir también: "Ordena todo alrededor nuestro de tal
manera que el pacto sea cumplido. ¿Está abatida Tu iglesia? Levanta
nuevamente hombres en su medio que prediquen el Evangelio con poder, para que
sean el instrumento de su elevación. Creador de los hombres, Señor de
corazones humanos, haz esto, y haz que Tu pacto que hiciste con Tu iglesia, de
que nunca la abandonarás, sea cumplido. Los reyes de la tierra están en Tu
mano. Todos los eventos están controlados por Ti. Tú ordenas todas las cosas,
desde las ínfimas hasta las inmensas. Nada, por pequeño que sea, es demasiado
pequeño para Tu propósito: nada, por grande que sea, es demasiado grande para Tu
gobierno. Te pido que administres todo de tal manera que, al final, cada
promesa de Tu pacto sea cumplida para todo Tu pueblo elegido."
Yo pienso que ese es el significado del argumento: "Mira al
pacto": Guárdalo y vé que sea guardado. Cumple la promesa, e impide que
Tus enemigos hagan daño a Tus hijos. Es, en verdad, un precioso argumento.
II. Y ahora veamos
DE DÓNDE PROVIENE SU FUERZA. "Mira el pacto".
Su fuerza proviene, primero, de la
veracidad de Dios. Si fuese un pacto que es la hechura de un hombre,
nosotros esperaríamos que el hombre lo guarde; y el hombre que no guarda su
pacto no goza de estima entre sus semejantes. Si un hombre ha dado su palabra,
esa palabra es su obligación. Y si eso es firmado y sellado, entonces se
convierte en algo más obligatorio, y el que no cumple con un pacto, es
considerado como que ha perdido su carácter entre los hombres.
Entonces, cuando venimos delante de Dios en oración, pidiendo
una misericordia del pacto, contamos con Su veracidad que nos apoya.
"Oh Dios, Tú debes hacer esto. Tú eres soberano: Tú puedes hacer lo que
quieras, pero Tú te has obligado con ataduras que detienen Tu majestad; Tú lo
has dicho, y no es posible que te arrepientas de Tu propia palabra." Cuán
grande ha de ser nuestra fe cuando contamos con la verdad de Dios para
apoyarnos en ella. Cómo deshonramos a nuestro Dios con nuestra débil fe, pues
es virtualmente una sospecha de la fidelidad de nuestro Dios del pacto.
Ahora, si el pacto de Dios pudiera ser tomado a la ligera, y si
pudiera demostrarse que Él no ha guardado la promesa que hizo a Sus criaturas,
no sólo sería algo terrible para nosotros, sino que acarrearía una lastimosa
deshonra sobre Su nombre; y eso no sucederá nunca. Dios es demasiado puro y
santo, y Él es también demasiado honorable para retractarse alguna vez de la
palabra que hubiere dado a Sus siervos.
La siguiente reflexión que debería fortalecernos grandemente es: el venerable carácter del pacto.
Este pacto no fue una transacción de ayer: este pacto fue realizado antes de
que la tierra existiera. No podemos hablar de primero y de último con Dios,
pero hablando a la manera de los hombres, el pacto de gracia es el primer
pensamiento de Dios. Aunque nosotros usualmente ponemos el pacto de obras como
revelado primero en orden de tiempo, sin embargo, de hecho, el pacto de gracia
es el más antiguo de los dos.
El pueblo de Dios no fue escogido ayer, sino desde antes de que existieran los
cimientos del mundo; y el Cordero que fue inmolado para ratificar ese pacto,
aunque fue inmolado hace mil ochocientos años, fue inmolado en el propósito
divino desde antes de la fundación del mundo. Es un pacto muy antiguo: no
hay nada tan antiguo. Dios tiene en gran estima ese pacto. No se trata de
uno de esos pensamientos ligeros; no es uno de esos pensamientos que lo
condujeron a crear el rocío de la mañana que se disuelve antes de que el día
hubiere corrido su curso, o a formar las nubes que reflejan al sol poniente con
gloria, pero que pronto pierden su esplendor; sino que, este pacto de gracia,
es uno de Sus grandiosos pensamientos, sí, es Su eterno pensamiento, el
pensamiento proveniente de lo más íntimo de Su alma.
"He aquí Tu pacto, oh Dios, que Tú ordenaste desde tiempos
antiguos por Tu propia y espontánea voluntad soberana, un pacto en el que Tu
propio corazón es puesto al desnudo. Y Tu amor, que es Tu mismo ser, es
manifestado. Oh Dios, mira al pacto, y haz conforme has dicho, y cumple Tu
promesa a Tu pueblo.
Y esto no es todo. No es sino sólo el comienzo. No tendría tiempo
en un sermón de mostrarles todas las razones que dan fuerza al argumento; pero
aquí tenemos una. El pacto contiene un
solemne endoso. La propia palabra que creó el universo es la palabra que
habló el pacto. Pero, como si eso no bastara, viendo que somos incrédulos, Dios
le ha agregado un juramento, y debido a que Él no puede jurar por otro mayor,
ha jurado por sí mismo. Sería una blasfemia soñar que el Eterno pudiera ser un
perjuro, y Él ha incorporado Su juramento a Su pacto, para que, por dos cosas
inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, conceda un fortísimo
consuelo a los herederos de la gracia.
Pero, además, ese venerable pacto, así confirmado mediante un
juramento, fue sellado con
sangre. Jesús murió para ratificarlo. La sangre de Su corazón roció esa
Carta Magna de gracia de Dios para Su pueblo. Ahora es un pacto que Dios, el
justo, debe guardar. Jesús ha cumplido nuestro lado del pacto: ha ejecutado al
pie de la letra todas las exigencias de Dios para con el hombre. Nuestra
Fianza y nuestro Sustituto ha guardado la ley y a la vez ha sufrido todo lo que
debía sufrir Su pueblo, debido al quebrantamiento de esa ley; y, ahora, ¿acaso
no será veraz el Señor, y el Padre eterno no será fiel a Su propio Hijo? ¿Cómo
podría rehusarle a Su hijo el gozo que puso delante de Él y la recompensa que
le prometió? "Verá linaje: Verá el fruto de la aflicción de su alma, y
quedará satisfecho."
Alma mía, la fidelidad de Dios para Su pacto, no es tanto un
asunto entre tú y Dios, como entre Cristo y Dios, pues ahora es así: Cristo
como su representante presenta Su derecho delante del trono de la infinita
justicia para la salvación de cada alma por la que derramó Su sangre, y Él debe
recibir lo que ha comprado. ¡Oh, qué confianza hay aquí! Los derechos del Hijo,
mezclados con el amor y la veracidad del Padre, hacen que el pacto sea ordenado
en todas Además, recuerden que hasta ahora, -y no los detendré más tiempo con
esto- nada del pacto ha fallado jamás. El Señor ha sido probado por millones de
millones de Su pueblo, que se han encontrado en graves emergencias y en serias
dificultades; pero nunca ha sido reportado en las puertas de Sion que la
promesa se convirtiera en nada, ni tampoco nadie ha dicho que el pacto sea nulo
y vacío. Pregúntenles a aquellos que les precedieron y que atravesaron aguas
más profundas que ustedes. Pregúntenles a los mártires que ofrendaron sus vidas
por su Señor, "¿Estuvo con ellos hasta el fin?" Las plácidas sonrisas
en sus rostros, mientras soportaban la muerte más dolorosa, fueron testimonios
evidentes de que Dios es veraz. Sus cánticos de gozo, sus aplausos en medio del
fuego, e incluso su exultación en el potro de tormento o mientras se pudrían en
un horrible calabozo, todas estas cosas han demostrado cuán fiel ha sido el
Señor. las cosas y guardado
Menciono estas cosas ahora, no simplemente para refrescar su
memoria, sino para reafirmar su fe en Dios. Él ha sido veraz tantas veces y no
ha sido falso nunca, y, ¿experimentaremos ahora alguna dificultad en confiar en
Su pacto? No, por todos estos años en los que la fidelidad de Dios ha sido
puesta a prueba, y nunca ha fallado, hemos de confiar que Él tendrá
consideración de nosotros, y hemos de orar valerosamente: "Mira al
pacto." Pues, fíjense bien, como ha sido en el principio, es ahora, y será
para siempre, por los siglos de los siglos. Será para el último santo como fue
para el primero. El testimonio del último soldado del ejército será: "No
ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios ha
dicho de vosotros."
Sólo una reflexión más aquí. Nuestro Dios nos ha enseñado a muchos
de nosotros, a confiar en Su nombre. A nosotros nos costó aprender la lección,
y nada sino la Omnipotencia podría habernos vuelto dispuestos a caminar por fe,
y no por la vista; pero con mucha paciencia el Señor nos ha conducido al fin a
no tener confianza sino en Él, y ahora dependemos de Su fidelidad y de Su
verdad.
¿Es ese tu caso, hermano? Entonces, ¿qué pasa? ¿Piensas tú que Dios te ha dado
esta fe para engañarte? ¿Crees tú que te ha enseñado a confiar en Su nombre, y
te ha llevado tan lejos para ponerte en vergüenza? ¿Te ha dado confianza en una
mentira Su Santo Espíritu? ¿Y ha obrado en ti fe de mentira? ¡Dios no lo
quiera! Nuestro Dios no es un demonio que se deleitaría en la desdicha que una
confianza infundada seguramente nos traería. Si tú tienes fe, Él te la dio, y
el que te la dio conoce Su propio don, y lo cumplirá. Él no ha sido falso
nunca, ni siquiera para la fe más débil, y si tu fe es grande, descubrirás que
Él es más grande que tu fe, aun cuando tu fe esté en su máximo límite; por
tanto, debes tener mucho ánimo. El hecho de que creas debe animarte a decir:
"Ahora, oh Señor, he puesto mi confianza en Ti, y, ¿acaso podrías
fallarme? Yo, un pobre gusano, no tengo ninguna confianza sino sólo en Tu amado
nombre, y, ¿acaso me abandonarías? No tengo ningún refugio sino sólo en Tus
heridas, oh Jesús, no tengo ninguna esperanza sino sólo en Tu sacrificio
expiatorio, no tengo ninguna luz sino sólo Tu luz: ¿podrías Tú
desecharme?"
No es posible que el Señor deseche a uno que confíe de esta manera en Él.
¿Podría alguna mujer olvidar a su bebé de pecho, como para no tener compasión
del hijo de sus entrañas? ¿Puede alguien de nosotros olvidar a sus hijos cuando
confían tiernamente en nosotros en los días de su debilidad? No, el Señor no es
un monstruo: Él es tierno y lleno de compasión, fiel y veraz; y Jesús es un
amigo que es más fiel que un hermano. El propio hecho de que nos ha dado fe en
Su pacto debería ayudarnos a suplicar: "Mira al pacto".
III. Habiéndoles
mostrado así, queridos amigos, el significado del argumento, y de dónde procede
su fuerza, haré ahora una pausa por un minuto y comentaré CÓMO Y CUÁNDO PUEDE
SER ARGUMENTADO ESE PACTO.
Primero, puede ser argumentado bajo
un sentido de pecado: cuando el alma siente su culpabilidad. Permítanme
leerles las palabras de nuestro apóstol, en el capítulo octavo de los Hebreos,
donde está hablando de este pacto en el versículo décimo: "Por lo cual,
este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice
el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las
escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo; y ninguno
enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque
todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. Porque seré propicio a sus injusticias,
y nunca más me acordaré de sus
pecados y de sus iniquidades."
Ahora, querido lector, supón que tú estás bajo un sentido de
pecado; algo ha revivido en ti un recuerdo de la culpa pasada, o podría ser que
has tropezado tristemente en este preciso día, y Satanás susurra: "tú
ciertamente serás destruido, pues has pecado." Acude ahora al grandioso
Padre, y abre esta página, poniendo tu dedo en ese versículo doce, y di:
"Señor, Tú has establecido un pacto conmigo, en Tu infinita, ilimitada e
inconcebible misericordia, viendo que yo creo en el nombre de Jesús, y ahora te
suplico que mires al pacto. Tú has dicho: Seré propicio a sus injusticias: oh
Dios, ten misericordia de mí. Nunca más me acordaré de sus pecados y de sus
iniquidades: Señor, nunca más recuerdes mis pecados: olvida para siempre mi
iniquidad". Esa es la manera de usar el pacto.
Pero supongan, amado hermano o hermana, que están esforzándose por dominar la
corrupción interior, con un intenso deseo de que la santidad sea obrada en
ustedes. Entonces, lean otra vez el pacto según lo encuentran en el capítulo
treinta y uno de Jeremías. Se trata del mismo pacto, y sólo estamos leyendo
otra versión del mismo. "Este es el pacto que haré con la casa de Israel
después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré
en su corazón". Ahora, ustedes pueden argumentar eso y decir: "Señor,
Tus mandamientos sobre piedra son santos, pero yo los olvido y los quebranto;
pero, oh Dios mío, escríbelos en las tablas de carne de mi corazón. Ven ahora y
hazme santo; transfórmame; escribe Tu voluntad en lo íntimo de mi alma, para
cumplirla, y desde los cálidos impulsos de mi corazón, sírvete como quieres ser
servido. Mira a Tu pacto y santifica a Tu siervo."
O supongan que desean ser sostenidos bajo
una fuerte tentación, para no retroceder y volver a los viejos caminos.
Tomen el pacto según se encuentra en Jeremías, en el capítulo treinta y dos, en
el versículo cuarenta. Fíjense en esos versículos y apréndanlos de memoria,
pues podrían ser de una gran ayuda para ustedes alguno de estos días. Lean el
versículo cuarenta del capítulo treinta y dos de Jeremías: "Y haré con
ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor
en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí." Ahora vayan y
digan: "Oh Señor, casi estoy agotado, y me dicen que finalmente caeré,
pero oh, mi Dios y Señor, allí está Tu palabra. Pon Tu temor en mi corazón y
cumple Tu promesa que no me apartaré de Ti." Este es el camino seguro a la
perseverancia final.
Así, podría llevarles a través de las diversas necesidades del
pueblo de Dios, y mostrarles que al buscar que sean remediadas pueden clamar
muy justamente: "Mira al pacto". Por ejemplo, supongan que se
encuentran en gran turbación de mente y necesitaran consuelo; pueden acudir a
Él con esa promesa del pacto: "Como aquel a quien consuela su madre, así
os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo." Acudan a Él
con eso y digan: "Señor, consuela a Tu siervo." O si nos acaeciese un
problema, no en cuanto a nosotros, sino para la iglesia; cuán dulce es acudir
al Señor y decir: "Tu pacto va en este sentido: 'Las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella.' Oh Señor, parecería que van a prevalecer. Interpón
Tu fortaleza y salva a Tu iglesia."
Si sucediese alguna vez que estén buscando la conversión de los impíos y
deseando ver salvados a los pecadores, y el mundo pareciera muy oscuro, miren
al texto nuevamente -el versículo completo-: "Mira al pacto, porque los
lugares tenebrosos de la tierra están llenos de habitaciones de
violencia", a lo cual pueden agregar: "pero Tú has dicho que Tu
gloria cubrirá la tierra, y que verá toda carne la salvación de Dios. Señor,
mira a Tu pacto. Ayuda a nuestros misioneros, haz progresar a Tu Evangelio,
ordena al poderoso ángel que vuele por en medio del cielo para que predique el
Evangelio eterno a toda criatura. Vamos, es una gran oración misionera:
"Mira al pacto." Amados, es una espada de dos filos, que debe ser
usada en todas las condiciones de contienda, y es un bálsamo santo de Galaad,
que podrá sanar en cualquier condición de sufrimiento.
IV. Y ahora
concluyo con esta última pregunta: ¿CUÁLES SON LAS INFERENCIAS PRÁCTICAS DE
TODO ESTO? "Mira al pacto". Vamos, si le pedimos a Dios que mire al
pacto, nosotros mismos hemos de mirarlo, y debemos hacerlo de esta manera:
Mirémoslo con agradecimiento. Bendigamos al Señor porque condescendió a
entrar en un pacto con nosotros. ¿Qué podría ver en nosotros para darnos
siquiera una promesa, y mucho más para hacer un pacto con nosotros? Bendito sea
Su amado nombre, constituye el dulce tema de nuestros himnos en la tierra, y
será el tema de nuestros cánticos en el cielo.
A continuación, mirémoslo con
fe. Si es el pacto de Dios, no lo deshonremos. Permanece firme. ¿Por qué
vacilamos ante él por causa de la incredulidad?
A continuación, mirémoslo
con júbilo. Despertemos nuestras arpas y unámonos a David en alabanza:
"No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto
perpetuo." Aquí hay lo suficiente para establecer un cielo en nuestros
corazones mientras estemos todavía aquí abajo: el Señor ha entrado en un pacto
de gracia y paz con nosotros, y Él nos bendecirá para siempre.
Luego mirémoslo con celo.
No permitan nunca que el pacto de obras sea mezclado con él. Odien esa
predicación -no digo menos que eso- odien esa predicación que no discrimina
entre el pacto de obras y el pacto de gracia, pues es predicación mortal y
predicación condenatoria. Siempre tienen que tener una línea recta y clara
aquí, entre lo que es del hombre y lo que es de Dios, pues maldito el varón que
confía en el hombre, y pone carne por su brazo; y si ustedes han comenzado con
el Espíritu bajo este pacto, no piensen en ser hechos perfectos en la carne
bajo otro pacto. Sean santos bajo los preceptos del Padre celestial, pero no
sean legales bajo el látigo del capataz. No regresen a la servidumbre de la
ley, pues no están bajo la ley, sino bajo la gracia.
Por último, mirémoslo
en la práctica. Todos han de ver que el pacto de gracia, a la vez que es su
apoyo, es también su deleite. Estén preparados para hablar de él a los demás.
Estén listos a mostrar que el efecto de Su gracia en ustedes es digno de Dios,
puesto que tiene un efecto purificador en su vida. El que posee esta esperanza
se purifica, así como Él es puro. Tengan respeto por el pacto, caminando como
lo hacen los que pueden decir que Dios es para ellos un Dios, y ellos son para
Él un pueblo. El pacto dice: "De todos vuestros ídolos os limpiaré".
Entonces no amen a los ídolos. El pacto dice: "Esparciré sobre vosotros
agua limpia, y seréis limpiados." Entonces sean limpios, ustedes que están
bajo el pacto, y que el Señor los preserve y haga que Su pacto sea su blasón en
la tierra y su cántico por siempre en el cielo. Oh, que el Señor nos lleve a
los vínculos de Su pacto, y nos dé una fe simple en Su amado Hijo, pues esa es
la señal de los que están bajo el pacto. Amén y Amén.