“¿Quién
soy yo?” es una pregunta que casi todos los seres humanos de todos los
tiempos, llegamos a hacernos por lo
menos alguna vez en la vida. Es por ello que sociólogos, psicólogos y
filósofos, han realizado numerosas reflexiones y estudios que han dado como
resultado variadas posiciones teóricas con diferentes argumentos y enfoques. Es
evidente que estimamos como asunto importante conocer nuestra la identidad como
personas. Alguien dijo: “Tú eres tres personas: Aquella que crees ser; aquella
que otros piensan que eres; y aquella que eres realmente”. A ésta declaración
podemos agregar, “Aquella que Dios sabe que eres”
El pasaje sobre el cual meditaremos inicia con una pregunta que trata un
asunto de identidad, ¿Quién dicen los hombres que soy yo? ¿Es acaso esta pregunta una
interrogante de alguien que está desconcertado
ante la incógnita de su propio yo? Por supuesto que no; Jesús sabía perfectamente
quien era, lo que realmente sucede es que Jesús lleva a sus
discípulos, a meditar sobre Su propia identidad. Ésta pregunta dejar ver, uno
de los métodos didácticos que el Maestro utilizó para enseñar a sus discípulos:
la reflexión personal.
El desarrollo
de cualidades reflexivas personales es una estrategia de aprendizaje. El
pensamiento reflexivo, “implica un estado de duda, de vacilación, de
perplejidad, en la que se origina el
pensamiento, y la necesidad de indagar, de investigar para encontrar algún
material que aclare la duda, que disipe la perplejidad (Dewey, 1989). En el
momento en que empiezan a reflexionar, a través del recuerdo propio resumen las opiniones de
las muchedumbres con las que se habían encontrado cotidianamente.
La respuesta de
los discípulos: Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los
profetas, Mateo añade concretamente a Jeremías” muestra al menos dos
realidades. Las multitudes tenían en alta estima a Jesús, pero había confusión
en cuanto a Su identidad. Todos concordaban en que, Jesús era un gran hombre de
Dios, pero a pesar de eso no podían arribar a un consenso acerca de su
verdadera identidad. Ninguna de las respuestas sugiere que es un fanático
religioso. Todos los personajes con quienes la gente lo asociaba eran figuras
de un peso incalculable en la historia del pueblo de Israel, lo que revela la
autoridad y el impacto de Jesús.
Para nosotros, que hemos estado nutridos del evangelio, la identidad de
Jesús parece tan obvia y que nos resulta difícil entender por qué no lo
captaban estas personas. No obstante, a menudo experimentamos la misma
confusión. Todavía se escriben libros que se preguntan ¿Quién era ese hombre
que cambio al mundo? El pasaje de hoy nos invita a reflexionar, nuestras
respuestas y no ser apresurados en nuestros juicios, precisamente por lo poco
confiables que son nuestras percepciones.
Frente a la respuesta de los discípulos, Jesús les pregunta por
segunda vez, pero en un plano muy personal y comprometedor: “Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?”
Hagamos una pausa y reflexionemos y tomemos conciencia del peso de
esta pregunta. Dar respuesta acerca de la identidad de Jesús, conlleva un elemento de intimidad que dice mucho acerca de nuestro corazón y del lugar
que Jesús ocupa en nuestra vida. La pregunta
invita a los discípulos y a nosotros también, a mirar a Cristo a los ojos y
decirle quien es Él para nosotros. No creo que Jesús espere una respuesta
teológica, una declaración despersonalizada, mucho menos las respuestas
trilladas, carentes de sinceridad y de verdad. La respuesta que demos revelará mucho acerca
de la relación que tenemos con Él y el lugar que Jesús ocupa en nuestras vidas,
por eso es una respuesta que no se puede dar con liviandad, mucho menos con
ligereza.
¿De haber estado ahí, qué respuesta le hubiéramos dado a Jesús?
¿Usaríamos las mismas frases repetitivas acerca de Cristo? Sería una
declaración íntima, honesta y comprometida que habla de algunas de las
incongruencias de nuestra vida espiritual.
Frente a la pregunta de Jesús, Pedro el pescador de
Galilea no dudó en
responder por el grupo y confesar que su Maestro era el Cristo, el Hijo del
Dios viviente. No cabe duda, la revelación que recibió Pedro posee profundo significado
espiritual, por eso las consecuencias de su relación con Dios, tiene resultados
tan determinantes en su vida. Reflexionemos sobre esto y demos respuesta a
nuestro maestro Jesús.
Pastor Ramón
Cervantes Parra
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