lunes, 16 de marzo de 2015

Momentos especiales. Marcos 9:3

Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra locos puede hacer tan blancos.” Marcos 9:3.

En la vida hay momentos especiales asociados a eventos significativos que hemos experimentado, que con frecuencia nos remiten a emociones o situaciones que por lo que representan, se han vuelto significativas en nuestra existencia.  Pedir la mano de la mujer amada, casarse, estar embarazada, tener un bebé, recibir una sonrisa, graduarse, bucear con un tiburón, aventarse de un paracaídas, o despedir a un ser amado pueden ser parte de una la lista de vivencias personales, que nos permiten recordar esos momentos.  Sin embargo habría que distinguir dentro de estos, aquellos que no sólo fueron especiales, sino que dejaron huella, por las dimensiones que alcanzan en la eternidad; por ejemplo la salvación de nuestro ser.

Este pasaje nos enseña que hay momentos especiales en la vida de los seguidores de Jesús cuando nos lleva a conocer experiencias especiales que dejan una huella imborrable en nuestra mente. Jesús llevó a Pedro, Jacobo y Juan, tres de sus discípulos “aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos” y en la cumbre del monte, los vestidos de Jesús “se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos” por si esto no fuera suficientemente especial, dos personajes bien conocidos en la historia del pueblo de Israel, Elias y Moisés aparecieron para hablar con Jesús.  Sin lugar a dudas, estamos ante la presencia de un momento especial.  ¿Qué caracteriza esa vivencia?

Tres de los evangelios dan detalles de la historia, Mateo dice que resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.  Lucas menciona que “la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente” Marcos se fijó en sus vestidos que “se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve”

¡Qué momento¡ La gloria de su naturaleza divina “aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” Pedro se refirió a la majestad de Jesús ella en su segunda carta “Porque, cuando les hicimos saber que nuestro Señor Jesucristo vendrá con todo su poder, no lo hicimos siguiendo fábulas artificiosas, sino como quienes han visto su majestad con sus propios ojos. Juan por su parte en su primera carta dice que “Dios es luz”

Cuando hemos pasado por una experiencia profunda es bueno dejar en la soledad y el silencio que la impresión recibida penetre y se grabe hondamente en nuestro interior. Las experiencias fuertes, buenas o malas, forjan el temple de nuestra alma y nos preparan para empresas mayores. Jesús tenía una estrategia de capacitación entre sus discípulos según el perfil que Cristo estaba formando. Querían que estos  tuvieran una revelación más profunda de lo quién era él y conocieran ciertas realidades con las que ni siquiera soñaban. Esa experiencia enriqueció su perspectiva de las cosas eternas. Su recuerdo quedo grabado en su corazón.

Como creyentes, también experimentamos alguna porción de la gloria de Dios, la Biblia dice en 2 a los Corintios que  todos nosotros, que miramos la gloria del Señor a cara descubierta, como en un espejo, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

¿Cómo contemplar su gloria? Haciendo lo que nos enseña el pasaje, apartarnos a solas con Jesús, en oración y devoción a él, sólo así seremos transformados a la imagen de Cristo, a toda su excelencia moral.

El cambio es operado por el Espíritu de Dios y sólo en la medida que busquemos su rostro en oración seremos transformados.

La gloria de Jesús vino de dentro de Él. No vino como una iluminación del cielo para ser reflejada como por ejemplo la luna refleja la luz del sol. Su gloria es de Él. El mundo no tiene nada que agregar a la gloria de nuestro Señor. Nada hay igual. No hay forma de medir su gloria, pues es una hermosura imposible de cuantificar. ¿Qué efecto debe tener sobre nosotros? Debe ponernos de rodillas para adorar y alabarle por su amor que trajo del cielo a la tierra para ser nuestro Salvador. Aunque fue muerto, resucitó y le agradecemos de todo corazón. En verdad Cristo es incomparable.

Los discípulos estaban contemplando la gloria, allí estuvo la experiencia espiritual, podemos decir que estaban percibiendo algo del gozo, la paz, la seguridad, el cumplimiento y la perfección del cielo. Por eso es que Pedro no quiere dejar de pisar un terreno santo quería extender la estadía de los huéspedes celestiales.
Una profunda experiencia con Dios siempre es una experiencia gloriosa, nada se puede comparar con la comunión con Cristo. La experiencia con Dios tiene que ajustarse a la palabra de Dios. Él no ira contra su palabra a efectos de dar crecimiento.


Nuestro interior necesita ser espiritualmente renovado, pero es renovado con un propósito, nos fortalece para salir a llevar un testimonio más fuerte.

Ramón Cervantes Parra

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