domingo, 26 de abril de 2015

Dureza de corazón. Marcos 10:1-12

10  Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía.Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su mujer.El, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla.Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento;pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno.Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.10 En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo,11 y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella;12 y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
                         
El corazón endurecido, parte de argumentaciones engañosas que impiden claridad en la mente y la conciencia.

Los fariseos no sólo tratan de convencer a Jesús; también, quizás sin darse cuenta, están tratando de convencerse a sí mismos. El deseo de ser “leal” a la enseñanza de Moisés provee de un razonamiento que no es adecuado para sostener su posición y mucho menos para tentar a Jesús, su método de argumentación es deshonesto, basado en un principio mal interpretado. La pregunta que le hacen a Jesús: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? En esencia, lo que le están preguntando es si una persona podría repudiar a su esposa por "cualquier cosa". El sentido del griego es "por cualquier y toda causa", o "por toda causa, no importa cuál sea". Es a esta pregunta a la cual Jesús dirige su respuesta. Jesús asume que la enseñanza del Antiguo Testamento estaba clara, completa y no necesitaba ser "transformada". Los Fariseos respondieron escribir una carta de divorcio. En este contexto, la antigua literatura judaica nos ha dejado ejemplos de estas cartas. Su función era que la mujer tuviera un documento que dijera que ella era libre y podía casarse con otro sin peligro de ser acusada de adulterio.

La arrogancia de la mente y la terquedad del corazón producen una vida que no conoce a Dios ni da lugar a sus cosas. La confusión intelectual, la ignorancia y la dureza de corazón alejan a los hombres del ideal que Dios ha diseñado para la humanidad. Divorciarse no es ninguna virtud, ni algo bueno, la realidad del pecado hizo que Moisés lo permitiera. No es lo ideal, ni lo que Dios desea, pero se permitió por causa de la dureza del corazón. Debemos notar que Moisés no lo mandó, sino que lo permitió.

La dureza del corazón de los hombres provoca franca rebeldía, esto lleva a que el entendimiento se oscurezca aún más, ya que Dios es desplazado de la posición central que debería ocupar. El apóstol Pablo dice en su carta a los Efesios (4:17-18) Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,  teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón.

Esto, a su vez, lleva a que la conciencia humana falle, y hace caer a la persona en la espiral descendente del pecado. Siempre corremos el peligro de que se apodere de nuestras vidas la religiosidad que tanto atrae a los seres humanos. Ella nos ofrece una conciencia tranquila a cambio de algunas prácticas que, “en teoría”, satisfacen las demandas del Señor, pero que en realidad son pensamientos ajenos y no conformes a la verdad de Dios. Vivir en la religiosidad endurece el corazón y hace que se pierda la sensibilidad hacia aquellos que están en situaciones de debilidad. La verdadera espiritualidad no se muestra con legalismos, estos a menudo, indican la existencia de un corazón endurecido y perturbado.

Increíblemente como cristianos, hoy poseemos demasiada información acerca de la biblia, pero ésta, en muchos casos no ha producido personas más sanas y equilibradas, porque se ha endurecido el corazón, esto representa un verdadero obstáculo para entrar en una dimensión más profunda de la vida espiritual, Nuestra lealtad va más allá de decir que creemos en ciertas cosas. Nuestra lealtad es hacia Cristo. Esto significa que cuando se enseña una mentira, la debemos señalar como mentira. La verdad trae confrontación. Pablo afirma que la acción de creer, es una acción que ocurre primordialmente en la esfera del corazón. Es una convicción espiritual que desafía las estructuras intelectuales que utilizamos para analizar y entender todos los demás aspectos de la vida. Jeremías (11:8) nos alerta “no oyeron, ni inclinaron su oído, antes se fueron cada uno tras la imaginación de su malvado corazón. Estemos atentos, la dureza del corazón nos hace insensible a los sentimientos y sufrimientos de otros, y también a la condición que cae por causa del pecado y a las cosas que hace. Si el corazón se está endureciendo por causa de argumentaciones engañosas, es tiempo de poner un freno y arrepentirnos y escuchar la exhortación del profeta Joel
“Ahora, pues, dice Jehová, convertíos ahora a mí con todo vuestro corazón, con ayuno, llanto y lamento, y convertíos a Jehová, vuestro Dios; porque es misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y se duele del castigo.” Joel 2.12–13
Volvamos al principio.
            Volvamos al principio, al propósito de Dios, a lo ideal. El propósito es que vivan como una sola carne. Es importante entender que el concepto de una sola carne, en Génesis, es diferente del concepto que tienen muchos hoy. La palabra habla de unidad completa, partes individuales que funcionan como una unidad perfecta. Génesis 2.24, se indica que, la pareja fue hecha para formar una persona constituida de dos partes. La esencia es la unidad de propósito, y funciona en dos partes: El hombre y la mujer. Este fue el diseño de Dios para el matrimonio. ¡Qué triste es cuando no funciona así, por la dureza del corazón!
Desde la creación Dios pensó en el corazón como centro de toda actividad humana y es muy importante para él, porque es el centro  de nuestras vidas. Es el centro de nuestros pensamientos, emociones y voluntad. Cuando el centro de nuestro ser, el  corazón se endurece, esto tiene un efecto significativo sobre todo lo demás. Determina nuestras acciones.

Por ello una de las prioridades principales que debemos tener en la vida debe ser: la salud de nuestro corazón para que no se endurezca. Debemos examinar la actitud o condición de nuestro corazón. No importa lo que mostremos por fuera; la verdad que se encuentra dentro de nosotros es la que no podemos esconder de Dios, y eso es lo que a él le importa, ya que lo que sucede en el interior afecta lo que está en el exterior. Evitemos las cosas que endurecen el corazón, esos pecados habituales, esas cosas que nosotros sabemos que no están bien y como quiera las hacemos, entre más las hacemos, más nos endurecemos.
En lo que respecta a la vida espiritual, volvamos al principio, el único arrepentimiento que realmente vale, es aquel que transforma la dureza de nuestros corazones y produce en nosotros un verdadero quebranto por el pecado. Es el que va acompañado, por ayuno, llanto y lamento. Es decir, es la manifestación de un verdadero dolor interior.
Fuimos llamados a una relación de intimidad con Dios. Las relaciones más profundas son el fruto del esfuerzo y la dedicación de un compromiso cultivado en un corazón de carne. La Biblia nos enseña cómo podemos tener un corazón de ésta naturaleza.
No se olvide de lo que Dios ha hecho por usted.

"A fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos, y no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con dios su espíritu." (Salmos 78.7-8)

La mayoría de las personas no hacen nada extraordinario sino solo repetir los patrones heredados por sus padres. Tenemos que ser una generación diferente.

Guarde la palabra de Dios

"En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti." (Salmos 119.11)

"Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida." (Prov. 4.20-23)

Permita que dios examine su corazón.

"Escudríñame, oh jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. porque tu misericordia está delante de mis ojos, y ando en tu verdad." (Salmos 26.2-3)

"Examíname, oh dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno. " (Salmos 139.23-24)

Ore por un corazón recto

"Pon guarda a mi boca, oh jehová; guarda la puerta de mis labios. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías con los que hacen iniquidad; y no coma yo de sus deleites." (salmos 141.3-4)

Ore porque Dios le dé un corazón integro (Dt.6.5) firme (Sal. 57.7) y puro (Sal. 51.10)
El rey David, clamó a Dios, después de haberse arrepentido de su pecado y dijo
"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí." (Salmos 51.10)

Debemos preguntar, entonces

¿Cómo está tu corazón?
El que tiene un corazón puro: confiesan pronto su pecado y siguen adelante.

¿Está tu corazón endurecido?
Quien posee una mínima comprensión de los procesos espirituales en la vida del hombre sabe bien que esta clase de arrepentimiento no la puede producir ninguna persona. Más bien es el resultado de una acción soberana de Dios, él puede darle un corazón de carne. Oremos a Dios para que quite la dureza de nuestro corazón, solo él lo puede hacer, para que el Espíritu Santo y su palabra puedan obrar en nosotros.
"Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra." Ezequiel 36:26-27


Ramón Cervantes Parra.

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