14 Cuando llegó a donde estaban los
discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban
con ellos.15 Y en seguida
toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron.16 El les
preguntó: ¿Qué disputáis con ellos?17 Y respondiendo uno de la
multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,18 el cual,
dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y
se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.19 Y
respondiendo él, les dijo: !!Oh
generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo
os he de soportar? Traédmelo.20 Y se lo trajeron; y cuando el
espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en
tierra se revolcaba, echando espumarajos.21 Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto
tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño.22 Y muchas
veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y
ayúdanos.23 Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le
es posible.24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi
incredulidad.25 Y cuando Jesús vio que la
multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo
y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.26 Entonces el
espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto,
de modo que muchos decían: Está muerto.27 Pero Jesús, tomándole de la mano,
le enderezó; y se levantó.28 Cuando él entró en casa, sus
discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?29 Y les dijo:
Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
¿Cree que dudar es malo?
La duda es una actitud
intelectual que hace que la persona precise de más información o una mejor
comprensión que la que actualmente tiene. En muchas ocasiones la fe es puesta
bajo acoso y se producen dudas y crisis con respecto a la validez, racionalidad
y sentido de la misma. Aunque es muy probable que la duda nos afecte a todos, no
siempre la expresamos abiertamente porque tal vez tengamos la tendencia a
pensar que somos los únicos débiles en la fe en medio de una comunidad de
creyentes que pueda cuestionarnos por el simple hecho de no tener las cosas
claras. Una duda no resuelta puede en el peor de los casos conducir a una
crisis de fe,
podemos correr el riesgo de sentirnos marginados espiritualmente o peor aún, caer
en la una creencia de que el Evangelio no es realmente compatible con una mente
racional, con una formación intelectual, y por ello sentirnos marginados
espirtualmente.
Uno puede tener una fe saludable
y vigorosa y aún así tener dudas. De hecho,“Si no me interesara seguir a
Cristo, no me importaría demasiado ser sincero, buscar la verdad, enfrentar la
realidad” (MacLaren). La semana pasada en el culto vespertino considerábamos el
salmo 74 una serie de cuestionamientos muy sinceros y hasta desafiantes sobre,
la prosperidad de los impíos y el sufrimiento de los justos. No tendría sentido
cuestionarle estas cosas a Dios si no creyéramos
en Él. La duda debe de ser respetada, valorada y aceptada.
Es una realidad
que a diferencia del padre del muchacho poseído del relato de Marcos, muchos tememos expresar abiertamente nuestras dudas.
La duda no debe ser confundida con la incredulidad, que es una negativa
a creer. En la
Biblia, lo opuesto de la fe no es la duda, sino la incredulidad. Hay una gran diferencia entre duda e
incredulidad. La palabra “incredulidad” se refiere a la decisión consciente y
deliberada de rehusarse a creer y obedecer a Dios. Quien es incrédulo está
claramente decidido. Por su parte, la palabra “duda” implica ambigüedad. Dudar significa vacilar. Implica indecisión,
“creer y descreer a la vez”. Quien duda tiene, por definición, algo de fe.
Entonces la duda, ¿es buena o es
mala?
Puede ser buena o mala, dependiendo de su causa y
sobre todo de lo que hagamos con ella. En este sentido, la duda se parece a otras
experiencias humanas, que pueden ser saludables o destructivas.
La duda puede funcionar como
una bendición que nos permite avanzar en el camino
de la fe.
La fe es un don de
Dios, por el cual le podemos creer para
que realice obras portentosas en su mundo. La cosa es que la fe es un regalo de
Dios. Nadie la puede producir, nadie la puede comprar, nadie la puede
vender. La fe es un regalo de Dios. En ocasiones escuchamos decir “tenga fe que
su hijo será sanado” “tenga fe que recibirá trabajo”, como si la fe fuera algo
que el hombre puede producir. Incluso se enfatiza que la fe simplemente es algo
que se crea por medio de la confesión de palabras al repetir continuamente lo
mismo. Pero la fe en el NT es una confianza total en Dios, sus promesas y su Pacto.
Nadie tiene
la obligación de confiar en Dios, puesto que hacerlo supone una elección
personal, por eso hay quienes sintiéndose poderosos en su rebeldía amos y
señores de su autonomía y autosuficiencia, prefieren confiar en si mismos.
Confianza tiene que ver con fe y con esperanza firme, esta es la razón por la que nos volvemos a Dios,
en dependencia absoluta en él, porque
quien confía en la fidelidad de Dios, descansa en la esperanza que él
ofrece. El libro de los reyes nos habla
de Ezequías diciendo que “ni después, ni antes hubo otro como él entre todos
los reyes de Judá” porque puso su confianza y esperanza en Dios, a pesar de
encontrarse “como un pájaro enjaulado en Jerusalén” durante la invasión de
Senaquerib a Judá. Confiar
tiene que ver con entregarse, con sentir en lo íntimo de nuestro ser que Dios
nos puede sostener, en todos los momentos de la vida, en los agudos problemas de nuestras
familias. En medio de circunstancias externas e internas, que no nos son
ajenas, y que afectan hoy en día nuestros hogares, como creyentes no cabe la
expresión popular que dice que hay que confiar ciegamente, porque aunque somos bienaventurados por creer
sin haber visto, sabemos en quien hemos creído. Confianza es seguridad. Para algunos es desafío, para
otros miedo y para otros es posibilidad. Por ello hoy cabe preguntarnos ¿En quien confiamos?
El hombre duda y no puede realizar nada sin la gracia y voluntad de
Dios. Jesús salva y sana pero solo por su poder. Pedro dudo cuando camino
en el agua, los discípulos fueron reprendidos por su incredulidad, en esta
historia el hombre que clamo a Jesús, “creo, ayuda mi incredulidad”
Tanto es nuestro humanismo en nuestros pulpitos que todo el énfasis se
pone en el hombre. Lo que es imposible para el hombre para Dios es posible. Los
milagros fueron sanidades recibidas por hombres y mujeres incrédulas por
naturaleza, pero creyentes por el poder de Dios, solamente por la gracia.
En este contexto podemos
decir que verdaderamente todo lo pone Dios, y lo único que necesitamos hacer es
creerle. El apóstol Pedro nos dice que Dios “nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegásemos a ser participantes de la
naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia”(2 Pe 1.3 y 4). De modo que la promesa es una parte
esencial del plan de Dios. ¿Usted apostaría su futuro en base a una promesa? Una
promesa posee extraordinarios poderes para motivar, porque pone delante de
nosotros una esperanza que nos anima el corazón y alimenta nuestra imaginación
acerca de cosas futuras. Cuando la recibimos tendemos a atesorarla en nuestro
interior, creyendo contra viento y marea en el cumplimiento de aquello que se
ha anunciado por adelantado. Una promesa, sin embargo, no tiene poder alguno al
menos que escojamos creerla.
He aquí nuestro
problema. La vida espiritual que Dios nos propone requiere, como elemento
indispensable para su desarrollo, que creamos las promesas que él nos da.
Creamos en el
poder de Dios y su palabra y que él nos ayude en nuestra incredulidad.
Ramón Cervantes Parra.
Bendiciones amados hermanos, les visito desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
ResponderEliminarMuchas gracias hermana, bendiciones.
EliminarGloria a Dios muy buena reflexión con revelación, Dios bendiga por ser una canal de bendición..
ResponderEliminarEvg. David Segura